martes, 26 de enero de 2010

SAPO MORADO

Mi naturaleza romántica, (de la cual estoy dudando últimamente por falta de uso) me hace pensar que es posible que los maravillosos, valerosos, varoniles y sensibles príncipes azules existen, y que no es fácil hallar alguno porque la lluvia, el sol y la contaminación los ha desteñido poniéndolos un poco amarillos haciendo así difícil su reconocimiento. Supongo que el que me fue otorgado está por ahí blandiendo su espada contra las fuerzas del mal y en el descanso de cada batalla me escribe poemas que relatara a mi oído una noche fría suspirando en mi cuello. Supongo también que está muy ocupado en eso, por que no lo puedo encontrar, además del difícil reconocimiento dado que su prototipo en mi programación es uno totalmente azul y maravilloso como me lo describían los cuentos que leía en las tardes con un chocolate caliente acompañándome. A esto se le suma que él tampoco sabe como soy yo en realidad, el busca una princesa que también le fue mostrada no sólo en los cuentos de hadas, si no en los comerciales de TV que anunciaban en los cortes de los Caballeros del Zodiaco, a los cuales les seguía la novela de Thalía, que era precisamente la que yo veía, antes o después de leer a las mencionadas hadas aquellas. He estado esperando años pacientemente su llegada, he buscado incansable y solapadamente su presencia en las calles y en mis sueños, pero sólo me he equivocado daltónicamente porque en búsqueda del azul he encontrado rojos, cafés, rosados y hasta transparentes. Quizás él asunto radica en que estamos buscando algo equivocado: el una Thalía y yo un Eduardo Copetillo y por eso es tan difícil cruzarnos, quizás yo soy una Thalía despeinada y sin maquillaje y el un Eduardo Copetillo bajito y gordito y por eso no nos reconocemos. Posiblemente la culpa de nuestra lejanía la tengan esos comerciales, cuentos, novelas o nosotros mismos, que no somos capaces de al mirarnos a los ojos alejarnos de esa concepción. Se me hace necesario verlo como me lo han mostrado, completamente azul, para amarlo de verdad y entregarle toda mi vida, y de igual manera él deba verme maquillada para reconocerme, para que como se ha vuelto costumbre en esta sociedad, se enamore de mi estuche primero y luego descubra que soy yo a quien escribía esos poemas que tanto esperan por ser dichos.

Pero ¿Por qué? ¿Por qué no me puede querer por lo que soy? ¿Por qué no lo puedo amar por lo que en realidad es? ¿Por qué es tan difícil hallarnos y reconocernos?. Porque estamos cegados por una belleza efímera de la que nos enamoramos ciegamente, por una idea que nos dice que la perfección existe, una idea que tenemos arraigada desde nuestra infancia gestada por una sociedad consumista y superficial, una idea que tenemos incrustada en nuestra mente como un tornillo oxidado, que hace que nos enamoremos de supuestos y hace tristemente parte de nuestra cultura. Estamos también acostumbrados a la ilusión, a la utopía, a la esperanza porque nada mas nos queda, debemos amar y añorar lo que no tenemos, debemos buscar incansablemente la felicidad toda nuestra vida y vivir en función de ello porque si no, no tuviésemos otra función. ¿Qué sería del hombre sin un objetivo en su vida? ¿Por qué complicarnos creando algo que no existe cuando en la realidad tenemos tanta variedad para hallar la felicidad? porque allí radica el deseo, porque en pintar de azul algo tecnicolor esta el placer de hallarlo, porque en descubrir los verdaderos rubores de un rostro maquillado esta el encanto de abrir un tesoro escondido.

Debo entonces cambiar mi estrategia, quizás sea mejor esperar y dejar que él me encuentre, dejar que esa dificultad de hallar mi corazón y en el mi amor verdadero y su felicidad, invada sus deseos de tal manera que al descubrirme tenga temor de perderme, el mismo temor que siento yo ahora de hallarlo, temor de que lo llegue a amar tanto que nuestro placer se vuelva tristeza, temor a la resignación, a la monotonía y a la facilidad de la que los humanos somos alérgicos y que de nuevo nos lleva a esa búsqueda intensa de un amor, una búsqueda incansable de nuevas experiencias para hallar un placer voluble que se va entre suspiros llamando a la nostalgia… Temor de que la soledad me halle primero por que estamos buscando equivocadamente.

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