jueves, 29 de agosto de 2013

Reencuentro


Tengo que escribir esto, porque ahora que trato de recordarlo, veo que fue tan increíble que lo confundo con un sueño. Ahora no sé si fue real haber visto, por primera vez en mi vida, a una ballena volar. La vi salir de esa línea misteriosa e impredecible que los mortales llamamos mar, que alberga con tanto celo otro mundo debajo, y que me ha inquietado siempre, pues no hay nada que genere mas incertidumbre que lo desconocido. Saltó de la nada, ni siquiera respiró primero, dio un coletazo primero, o se diferenció entre los millones de pequeñas olas interminables en el horizonte primero; sólo salió volando estrepitosamente y se estrelló contra el cielo, como quien entra en otra dimensión (la de nosotros), descubriendo un nuevo mundo con intensa curiosidad, éso seguramente, porque era un bebé enorme, apenas estrenando el asombro, ése que todos perdemos a medida que pasa el tiempo. Tenía una panza blanquita como las nubes y unas líneas que alguna funcionalidad biológica (o acuadinámica) habrán de tener. Luego mostró su dorso, gris y brillante fácilmente confundible con ése maravilloso color verde pacífico, reciente adquisición de mi ya amplia paleta de colores. A veces me pregunto mientras nado en la ciudad, en dónde estará nuestra ballenita, ésa que tan sorpresivamente nos dió la bienvenida al impresionante pacífico colombiano.

Si la vida fuera una entrevista de televisión y me pidieran definir éste pedazo de paraíso con una palabra, sería "exuberancia". Hacia donde se mire, desde la carretera a Buenaventura hasta las ballenas tamaño tractomula, toma forma el concepto de la palabra exuberancia. Todo es tan inmenso que parece gritarte lo pequeño que eres para el mar, el cielo, la playa, la lluvia y los atardeceres. No es abrumador, es solo un llamado para dejar de lado el protagonismo del ser humano sobre la tierra, una invitación a sentirte parte de todo un espectáculo multicolor, en el que predomina el verde pacífico y el tono oscuro de las personas, tan profundo y hermoso como sus nobles y fuertes corazones llenos de historias y luchas de vida.


Es aceptando esa invitación y dejándose llevar por la magia de la naturaleza que salta también de la nada, el reencuentro con lo quizá perdido, con el yo que estaba pero dormido, un reencuentro con uno de los tantos individuos que componen la multitud que es uno, un individuo que vibra, que baila, que salta y que ahora de nuevo está más que vivo.

1 comentario:

  1. Qué bien que hayas tenido esta experiencia. Es algo que me falta hacer. Me alegro muchísimo al leer esto que pasen todavía estas cosas en el mundo.

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