domingo, 28 de noviembre de 2010

Lecturas, Mujeres, Historia y Arte


Mi indignación no es contra ese maravilloso ser que comparte el hecho de la dádiva de la vida con nosotras, ese enigmático ser con el que compartimos miradas y suspiros que dicen más que unas palabras coloridas y con hermosa caligrafía en un papel añejo o nuevo, mi antipatía no es contra el complemento perfectamente diseñado por la naturaleza para acompañarnos en el a veces tortuoso camino de la vida. Mi indignación se la regalo a la injusticia generada y esparcida en la cultura por unos pocos que con ayuda de una religión basada en ambiciones hizo que se nos viera como menos valiosas que nuestro par de especie, sólo por tener unos gramos de menos, no en la cabeza, si no en la entrepierna. Mi antipatía es para aquellos y aquellas que no se han podido convencer de lo real y siguen viendo a la mujer como apoyo del hombre y nunca al contrario, favoreciendo a los opresores que creen que somos un bastón y no un complemento y que nos usan sólo para cumplir sus propios fines y no unos comunes; mi tristeza es para las situaciones en las que el poder solo se recuesta sobre ellos y a nosotras nos aplasta; mi dolor es por aquellos que siguen pensando que somos nosotras las únicas que "perdemos" la virginidad o las únicas que nacemos con dignidad y pureza y tenemos siempre algo que cuidar o perder, cuando ambos somos igual de valiosos, porque somos criaturas maravillosamente creadas así sea para la destrucción. Mi molestia es por aquellos que nos ven sólo como objeto ornamental de satisfacción y nos han borrado tan fácilmente de la historia, olvidando que en el equilibrio está la base de la vida, que la luna no sólo tiene una cara, que los lados opuestos se atraen, que el polo sur tiene polo norte y que en la unión de los lados está la real solución de nuestro enfermo sistema.

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