Antes mi vida era diferente. Y no, no es que yo fuera tímido, ni mucho menos, pero siempre estaba allá, en un rincón frío y oscuro desde dónde no se veía ni un rayito de luz, allí en el lugar donde se suponía, según había escuchado, nacía el sol. Estaba también un poco descuidado en mi aspecto, el tiempo había pasado demasiado rápido y por ahí dicen que los años no vienen solos. Confieso además que tampoco es que estuviera muy limpio y pulcro, pues hacía ya un rato que no sentía en carne propia el significado de la palabra limpieza. Siempre permanecía ahí, esperando, solo, pero nunca pasaba nada que interrumpiera mis momentos de espera sin final. En mis interminables ratos libres pensaba que lo que no ayudaba era mi nombre, demasiado largo, poco sonoro, nada llamativo, luego me preguntaba (porque me gustan mucho las preguntas) ¿Será mi color?, Definitivamente éste café no me sienta para nada!, ¿Será mi esencia?... pero no, sin ser pretencioso, yo sabía que tenía mucho para dar, que quería hacer lo mejor posible, que quizás era buena gente, pero ya después de tanto tiempo, hasta me estaba olvidando de mí mismo.
Pero un día que estaba ahí, inmerso en mis cavilaciones, ya dado a la pena, todo comenzó a cambiar. Primero pensé que había llegado el final, que hasta ahí llegaba yo, y que tanto movimiento significaba que acabarían con la biblioteca completa. Luego comencé a ver cómo nos apilaban uno sobre otro obligándonos de nuevo a interactuar después de tantos años con amigos que no veía hace tiempo y con los que compartía el mismo tema. Tristemente vi la jubilación de muchos de ellos, pues valientemente habían cumplido muy bien y por mucho tiempo con su trabajo y ya merecían descansar en unas enormes cajas de cartón a dónde todos temíamos terminar. También vi cómo había unos en peores condiciones que yo, no tenían portada, algunos estaban quemados, sus interiores estaban mutilados y así estaban obligados a vivir una vida incompleta y muy aburrida. Otros estaban demasiado perdidos, resultaron ser unos extranjeros traídos de no se sabe dónde especializados en medicina obstétrica, en medio de todos nosotros, que pretendíamos entretener y educar a niños en iku y en español. Ellos también resultaron en cajas igual que los griegos y los franceses. Desde mi ubicación vi como unos españoles muy encopetados y antiguos, especializados en gramática, iban a parar a las cajas rehusándose mucho, pues decían que ellos eran el punto final de lo mejor en su tema. Yo esperaba mi turno con ansiedad y paciencia, al final, alguien iba a abrirme y leerme aunque fuera sólo para juzgarme, todos a mí alrededor esperaban ansiosos rezándole a la biblia para que no fuéramos a parar a donde recién habían ido los españoles con el Quijote en la portada. Y me llegó la hora. Era una muchacha, no era un niño ni una niña (lo que yo siempre había estado esperando), pero luego me daría cuenta, de que llevaba un niño dentro. Me miró detenidamente por fuera por un momento, recorrió mi color café como haciéndome un examen superficial mientras yo sudaba frío y luego puso sus ojos sobre mi nombre y me leyó: "Preguntario: Poemario para niños y adultos con alma de niños", fue como si volviera de nuevo a la vida. Delicadamente me abrió y dejó que su curiosidad la llevara en un viaje por mis páginas llenas de preguntas sin respuestas y colores llamativos, para así al final tomar la decisión de ponerme en el sitio donde estaban los salvados haciendo que todo a mi alrededor estallara en un júbilo maravilloso en el que lo único que me faltó fue bailar y eso porque no tengo pies.
Después de todo, me limpiaron, me cuidaron, me embellecieron poniéndome unos papelitos de color azul en el lomo que me identificaban como un libro de literatura. Luego me pusieron en un estante desde el que podía ver la ventana, el sol, las montañas, el amanecer y la gente que pasaba, me ubicaron al lado de mis viejos y grandes amigos, con los cuales me desatracé de todos los chismes hasta que un día, sin tener que esperar mucho, llegó una niña... una hermosa niña de saco color rojo y bella voz dulce, que me sacó de mi mundo y decidió llevarme con ella por un viaje que se repetiría de ahí en adelante muchísimas, muchísimas veces.