¿Cuantas Pateras hay hoy en Gibraltar?, ¿Cuantas Pateras faltan por llegar?
Del mar viene la mano de obra barata...
Del mar viene el progreso...
Del mar viene la esclavitud moderna...
Del mar vienen los muertos...
La migración regularmente parte de los países bajos de África, se encamina a Europa por diferentes rutas tanto marítimas como por tierra, recorriendo lugares y climas impensables para un ser humano, en condiciones increíbles que estos hombres resisten con extraordinaria valentía. La ruta mas conocida, no por esto la menos peligrosa, es la que parte de Marruecos y atraviesa el estrecho de Gibraltar, la cual por consiguiente ha arrojado la mayor cantidad de muertos, desaparecidos y deportados. Por lo general viajan entre desconocidos, pagan por anticipado a los guías, y entregan su confianza a estos que en muchos casos los venden o los dejan a la deriva luego de haberles cobrado. Viajan en embarcaciones llamadas cayucos, o panteras, muchas de fabricación artesanal y con las mínimas normas de seguridad y con un desmesurado sobrecupo tanto de personas como de desesperación. El resto es historia: las frecuentes noticias de embarcaciones encontradas a la deriva en el océano, personas que en su desesperación desembarcan antes de llegar a la costa y se ahogan por su propio equipaje, deportaciones, migrantes que llegan nadando desfallecidos a las lujosas playas de canarias repletas de turistas, cuerpos y restos de esperanzas flotando en el infinito océano, entre muchas otras cosas, son características de esta trágica problemática actual, denominada la nueva forma de esclavitud.
Éxodo
El viaje no puede ser más cruel; recorrer el Sáhara, donde el calor y la sed causan estragos, la búsqueda de los 500 euros que cuesta la plaza en una pantera que prácticamente equivalen a los ahorros de toda una vida de trabajos, el esconderse de la guardia como si se fuese un delincuente y así buscar al guía del viaje (que en muchos de los casos es un traficante de personas), la adquisición de los alimentos y los trajes para estar en el agua, y en sí el emprender el viaje, son algunos de los arreglos que se hacen antes de entrar en la embarcación (PANTERA) artesanal, apta para 50 personas en donde se van 80.
Luego, la travesía por el Estrecho de Gibraltar con la oscuridad como enemiga, el frío, el mar, el hambre, el naufragio, la muerte, la traición, el abandono (por que en ocasiones los guías que en realidad pertenecen a mafias, los dejan a la deriva luego de haberles cobrado, o los entregan a la policía), la desesperación, la zozobra, LAS BALAS, los constantes controles de la guardia Española a todo lo que atraviesa el mar… etc., etc.….La única buena compañía es la Esperanza, que les dice que pueden llegar a salvo, cruzar la valla, tener un trabajo digno y ayudar a sus familias.
Posteriormente la Valla. Son pocos “los afortunados” que logran llegar a Ceuta o Melilla con vida, pues muchos mueren ahogados o de hambre y frío en medio del estrecho sin ayuda ni compasión de nadie. Allí, luego de vivir meses en campamentos rudimentarios y de construir escaleras artesanales intentan cruzar la valla (el muro de la vergüenza como lo llaman algunos), por sus propios medios y en estampida, dejando su piel o su vida allí, así como ocurrió en octubre del 2005, cuando los guardias Marroquíes desenfundaron sus armas contra la multitud de subsaharianos desarmados que intentaron cruzar el muro de alambre filoso tipo navaja, dejando muertos a varios de ellos.
Muy pocos son los que llegan… A sus pies el ansiado territorio Europeo, el buscado casi por años y siglos de luchas en contra de un viaje tortuoso y esquivo. Llegan escondiéndose como delincuentes, llegan cansados y desubicados, algunos son deportados, a otros la desesperación los convierte en ladrones, otras se convierten en las denominadas hetairas (prostitutas de la calle), otros viven en la calle como mendigos, y muchos, muchos otros madrugan cada mañana a las 3 a.m., para esperar en la estación de trenes atocha, o en las muchas plazas que tiene Madrid y otras ciudades Europeas, a un jefe explotador que les paga 10 euros el día, que no les garantiza la salud, que no les garantiza la comida y que tampoco garantiza que al final del día de verdad serán remunerados. A la mayoría de ellos los delata su situación de migrantes el color de su piel, el negro oscuro del ébano brillante que contrasta con el sol africano, les ha costado la vida a muchos que a manos de grupos de “limpieza social” los aniquila cobardemente. A pesar de esto siguen llegando, por cientos cada semana a canarias y a Tenerife, a Túnez y a Ceuta, miles de ellos que renuncian a su milenaria cultura, arruinada por el hambre y la guerra que causa la avaricia y la corrupción, miles de ellos que quizás nunca vuelvan a ver su país y a su familia.
Esta es la vida del migrante, hombres, mujeres, niños, hijos, padres, esposos, hermanos, seres humanos, con sueños, con deseos de trabajar, con esperanzas de vida, individuos victimas de una problemática que según un estudio elaborado por el Consorcio Euro mediterráneo para la Investigación Aplicada sobre Inmigración Internacional, ha arrojado en el periodo entre 1989 y 2002 la muerte y desaparición de cerca de 10.000 personas en el intento de entrar en territorio español. Son ellos los que construyen con su sudor y sus manos edificios, calzado, casas, alimentos y muchas otras cosas en Europa e impulsan su enriquecimiento y por consiguiente la globalización, a cambio de un salario miserable, del que no se pueden quejar por que no tienen papeles. Son ellos a los que la pobreza, la explotación de sus recursos milenarios por parte de inversionistas ajenos a sus países, la corrupción de sus gobernantes occidentalizados, el analfabetismo y el olvido, los tienen sumidos en la miseria y la impotencia. Son ellos los denominados la marcha negra que no parará de arriesgar su vida por un trabajo, esos hombres de mirada angustiosa que consumirán e invertirán sus ingresos allí, ellos que vienen pobres y cansados para hacer más ricos a los ya ricos.
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