lunes, 13 de mayo de 2013

INVASIÓN

"Quién está enamorado resigna
 parte de su narcisismo". Freud.
"Amar es dar sin esperar nada,
amar sólo por la egoísta experiencia de sentir".

“Una mujer enamorada está en estado de invasión” dice Florence Thomas, en uno de sus más clásicos libros, conversaciones con un hombre ausente, ausente como la posibilidad de escribir éstas líneas con el criterio que siento tener ahora. En ése tiempo, interpreté su postulado con firmeza, defendiendo la idea que el significante de invasiones me generaba, una verdadera conquista y arrasamiento de lo existente, algo totalmente nefasto para mi territorio. De igual manera las historias que tenemos sobre invasiones son realmente bárbaras y el hecho mismo de amar en mi vida, se parecía a una de ellas, por lo que el postulado y mi interpretación no se alejaban mucho de mi realidad. Esperé mucho para aclarar las ideas que estoy aquí plasmando, tuvo que suceder un matrimonio de mi prima y varias conversaciones con amigos muy queridos para llegar a conclusiones que me dicen, que lo que quería decir Thomas, era completamente lo contrario a lo que imaginé en un principio. Ella estaba amando por primera vez a un poeta en Villa de Leyva, y estaba dejando allí, todo lo que ella era. Quizá, esa era una invasión de esas maravillosas, en donde las culturas se fusionan para intercambiar saberes muy beneficiosos para unos y para los otros, enriqueciendo así todo el conjunto que compone el territorio invadido, desde lo económico, lo cultural y lo social. Una invasión en donde LAS invasoras conquistan y se unen a los invadidos y generan una nueva y multicultural descendencia. Y digo invasoras porque sí, cambiaría la frase por una en donde los hombres también puedan invadirse, ellos también tienen derecho.

No podemos negar que la píldora y el compromiso de muchas mujeres de siglos anteriores fueron los desencadenantes de poder llegar a éste punto y tratar éstos temas. El mismo hecho de que yo tenga éste pensamiento crítico se lo debo a ellas, y obviamente a mi abuela, a mi madre y a mi padre. Lo que es innegable, es que ese resultado al que ellas llegaron, denominado liberación femenina, es una trampa mortal que a nuestra generación, está atrapando en una red, una máscara que nos permite cosas, pero que en su verdadera esencia, limita. Continuamos con las mismas reglas morales en un medio completamente moderno, vivimos en una sociedad donde la mujer es libre de elegir qué carro se comprar o qué cirujano intervenga su cuerpo, pero donde en realidad, es una prisionera de sus sentimientos, pues le han enseñado que sin un complemento a su lado está incompleta, a los hombres también, ya sabes, la ambigüedad, la enfermedad de nuestra época. Llevo mucho tiempo preguntándome si esa necesidad es biológica o cultural, y he llegado a la conclusión de que se compone de ambas, pero el medio ejerce mucha presión en ello, tanto en la manera de conseguirlo, como de mantenerlo. Lennon decía que “Nos hicieron creer que cada uno de nosotros es la mitad de una naranja, y que la vida sólo tiene sentido cuando encontramos la otra mitad. No nos contaron que ya nacemos enteros, que nadie en nuestra vida merece cargar en las espaldas la responsabilidad de completar lo que nos falta”. Esto ha hecho, que mujeres como yo, y como muchas, que tenemos algún tipo de independencia, creamos en esa liberación, pero que en realidad gracias a esa presión del medio y a esa maravillosa necesidad de completar nuestra polaridad, temamos tanto a ésa invasión. ¿Entonces qué hacer?, ¿Cómo actuar?. Ante tal ambigüedad que nos hace preferir la ilusión ante la realidad porque sabemos que la primera nunca nos conquistará apropiándose de nuestros terrenos, cometiendo genocidios y trayendo enfermedades a nuestras fértiles tierras, nos queda ceder, para dar paso a la invasión que permita la fusión.